Más que un libro con capítulos totalmente independientes entre sí, Transferir el espacio II ofrece conexiones nuevas y de otro tipo. En ese espacio, Marx habla con Jeca Tatu, que juega con Blanchot, que sonríe con Mario Quintana, que deambula con Susana Gertopán, que navega con José Saramago, extiende horizontes y deslinda el mundo con Manoel de Barros, que se sienta con Bernardo en el orilla de un río inventado. Todos buscando otro momento y otros lugares. Es imposible concluir cómo terminarán estas historias, pero es deseable dejar que este libro se deteriore intensamente para permitir que ocurran otras y nuevas transformaciones. Y seguimos buscando …